Durante nuestra primera semana en el país, pudimos visitar el solar donde se había decidido construir el nuevo Hospital. Había que sustituir el que estaba emplazado en medio de Gonaïves. Muchas preguntas nos vinieron a la mente al ver el lugar. ¿Por qué no lo construyen de nuevo en el mismo solar o en otro emplazamiento en el centro si espacio no les falta? Aquel lugar árido y baldío, a 8 km del centro y por un camino impracticable por turismos, ¿era la mejor opción para el hospital de una población de 300.000 habitantes sin demasiados medios para desplazarse? La respuesta no nos dejó indiferentes: cuando llueve mucho, Gonaïves se inunda y queda cubierta por 3-4 m de agua y barro durante bastantes días.

En una ciudad donde la gran mayoría de viviendas son barracas de poca altura, donde la temporada anual de huracanes puede ser muy intensa, combinada con la desertización de los bosques por la tala de árboles para hacer carbón para cocinar, el desastre humanitario que periódicamente se produce es extraordinario. Las lluvias tropicales Jeanne de 2004, así como la combinación de las Hanna e Ike del año 2008, fueron una buena demostración. Así pues, con la construcción del Hospital y de un campo de fútbol en la meseta próxima en la ciudad, la Comunidad Internacional confiaba en el hecho que toda la población se desplazaría a vivir. Nada más lejos de la realidad: hoy, 10 años después, prácticamente nadie se ha desplazado a vivir.

La realidad es muy tozuda y la resistencia al cambio de las personas, todavía más. A pesar de que ha habido otro factor clave muy racional, que también nos afectará enormemente para llevar a cabo las obras: en el subsuelo del emplazamiento escogido no hay agua y esto es absolutamente básico en estas ciudades para la higiene de sus habitantes. Una de las primeras tareas a realizar en cualquier obra es conseguir agua y luz. La luz fue relativamente fácil a pesar de estar en un país de suministro eléctrico muy deficiente, con cortes continuos y que no provee a gran parte del territorio: con grupos electrógenos y suministro constante de gasóleo podríamos funcionar. Para conseguir agua, hicimos varias prospecciones hasta unos 100 m de profundidad. A 80 m localizamos un hilo de agua que no daba demasiado más que para llenar alguna cantimplora con paciencia. Por lo tanto, la solución para poder construir implicaba suministrar toda el agua de la obra mediante cisternas.

En aquella primera visita, nos encontramos que la maquinaria de la MINUSTAH, la misión de estabilización de Naciones Unidas en Haití, ya estaban trabajando al solar para hacer el primer rebajo. Cómo era de prever, cualquier aproximación con dejar el terreno a la cota prevista en el proyecto fue simplemente una ficción que nos obligó a rellenar de nuevo gran parte del solar cuando se decidieron las cotas definitivas.

Estas primeras gestiones, conjuntamente con la investigación del alojamiento y otros temas de logística inicial del equipo, se tuvieron que gestionar desde 160 km de distancia, estando el equipo en el hotel La Reservo de Pétion-Ville (la zona de embajadas y con servicios occidentales en Puerto Príncipe), visto el nivel hotelero de Gonaïves. Despacio, conseguiríamos el imposible de abrir una cuenta bancaria en el país, alquilar coches, encontrar una casa habitable con 8 habitaciones, personas de servicio para el equipo desplazado… Empezaba la obra y el Gran Hermano en la casa.

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