Se ha hablado mucho de la crisis económico-financiera que vivimos hace unos años a raíz de la explosión de la burbuja inmobiliaria del 2007. El negocio de la construcción vivía un momento de auge y el sector de la vivienda crecía desmesuradamente construyendo una media anual de 600.000 viviendas en el territorio nacional, mucho más que la suma de cuatro países juntos de la Unión Europea: Francia, Italia, Alemania y Reino Unido. La construcción se transformó en el gran motor económico del país y las políticas del momento favorecieron la creación de este fenómeno. La responsabilidad de las instituciones públicas es y debe ser la referencia para buscar modelos económicos sostenibles. Es evidente que el sector de la construcción ha sufrido varias crisis en el transcurso de la historia que, independientemente de la magnitud de estas, se ha transformado en crisis cíclicas fruto de la sucesión de ciclos económicos de nuestra sociedad, pero es necesario promover un cambio de mentalidad que otorgue un salto cualitativo al sector apostando por modelos sostenibles que perduren en el tiempo.

Algunas empresas del sector de la construcción ya han empezado a recorrer el camino de la innovación a imagen y semejanza de un pilar importante de nuestra economía como es la industria; un sector altamente competitivo gracias a su capacidad de optimizar recursos, de aumentar la calidad, de mejorar procesos productivos que permiten mejorar rendimientos de trabajo y con la facilidad de introducir nuevas tecnologías e innovaciones. ¿Es posible imaginar que algún día el sector de la construcción podrá equipararse al de la industria? Es imprescindible que las instituciones públicas se pongan a la delantera, liderando y promoviendo políticas favorables al cambio de mentalidad que necesita el sector.

Ciertamente, en los últimos años, algunas administraciones han llevado a cabo iniciativas y actuaciones innovadoras que han otorgado valor añadido a la construcción mediante la introducción de criterios de industrialización, mejorando la calidad de los edificios, reduciendo los plazos globales de construcción, mejorando la eficiencia energética y reduciendo el riesgo de accidentalidad, entre otras cosas. Sin ir más lejos, el año 2020 el Servicio Catalán de Salud (CatSalut), ente la crisis sanitaria mundial de la Covid-19, llevó a cabo un estudio de investigación para diseñar modelos de edificios hospitalarios satélites capaces de dar una respuesta ágil en situaciones de pandemia. Uno de estos proyectos piloto fue el “nuevo edificio polivalente construido con procedimientos industrializados y aplicando metodologías Lean en el Hospital Universitario Arnau de Vilanova de Lleida”, un proyecto de casi 4.500m2 de superficie que se diseñó y construyó en solo 20 semanas. El edificio se desarrolló con el sistema modular industrializado de Compact Habit usando tecnología BIM.

Recordando una frase inspiradora de Albert Einstein “si buscas resultados diferentes, no hagas siempre lo mismo”. Ante las adversidades surgen las oportunidades y el ejemplo de CatSalut debe ser un referente para el resto de las instituciones públicas, apostando por un modelo de diseño-construcción innovador en un momento de necesidad. Sin duda alguna, iniciativas como esta son las que tienen que impulsar el cambio que necesita el sector.